martes, 28 de agosto de 2012
Tiempo de reflexión...y acción para elevar la conciencia.
Tiempo de reflexión...y acción para elevar la conciencia.
Con sumo respeto que mi entorno merece, soy periodista y como tal me han pedido que escriba. Pensé ciertamente en decir, en hacer brotar muchas cosas que por mi cabeza han pasado, desde el día sábado 25 de agosto en la madrugada. Estaba atónita, sorprendida, algo asustada, apesadumbrada, pero dispuesta a moverme. Recuerdo que el viernes 24 en la noche, a raíz de la lluvia, el tráfico y el transporte estaba pesado en Punto Fijo. Llame a muchos amigos taxistas, la mayoría estaba ocupado, esa noche mis amigas y yo habíamos decidido que sería un viernes casero, viernes de ver películas (como las adolescentes), viernes de compartir y disfrutar, pero en casa de una de las amigas. Así que decidida a eso y a pernoctar en casa de una de mis amigas. Me fui, gracias a un amigo taxista, a la calle 4 de Judibana. Llegué a la puerta de la casa a las 8 de la noche. Recuerdo claramente que mientras esperaba afuera, suspiré de nostalgia y añoranza, viendo la pasiva y fresca calle, sus tranquilas y hermosas casas, elogiando internamente a Judibana, lugar en el que viví y siempre quise vivir durante años.
Una vez dentro de la casa, resultó que mis otras amigas se complicaron para asistir a la cita de la "noche de ver películas", una de ellas tiene su residencia en la calle 8 de Judibana, donde viví un par de años.
La dueña de casa y yo comenzamos a servirnos de picar y tomarnos dos tragos, al cabo de una hora ella quedo sola contemplando la película, y yo me mudé hacia el área de cocina y comedor. Así estuvimos unas cuantas horas. En el interín a eso de las 12.30 de la media noche, ella se quedó dormida. Luego llegó a la puerta tocando el timbre la menor de sus hijas (una joven de 16 años). A quien abrí la puerta de la sala, pues mi amiga estaba profundamente dormida. Nos saludamos y subió a ver televisión en su habitación. Yo seguía hablando por teléfono cuando pasada la 1 de la mañana, mientras estaba sentada, escuché un terrible estruendo, sentí como toda la casa temblaba y en fracción de segundos pensé que el techo me caería encima, en eso escuché la voz de la chica que bajó a toda velocidad las escaleras diciendo algo así como "yo sabía, es la refinería", al tiempo que buscaba con apuro donde estaba su madre y luego donde estaba yo. A la 1.40 am, salimos finalmente de la casa, en uno de los vehículos y en dirección contraria al lugar del siniestro, donde las autoridades ya habían cerrado el paso.
Luego de exponer lo anterior solo alcancé a escribir lo siguiente: quise hacer silencio (silencio que me recomendó mi amiga Inmaculada Puente) porque el silencio es la mejor cura, para callar la razón, cuando no basta el consuelo. Así como el silencio que recomiendan para la meditación...esa en la que solo escuchas en lugar de hablar. En donde tienes la oportunidad de escuchar a Dios, silencio en el que puedes llegar a recordar que "todo es impermanente" como diría mi amigo el doctor García.
Se me ocurre citar aquí también, a la psicoterapeuta y escritora Louis Hay, en su hermoso y verídico relato titulado "Lo que yo creo", sus palabras acerca del ser interno que tiene cada individuo da mucho que pensar.
Estos son tiempos de reflexión, solo basta ver las noticias en el mundo, para ver lo que ocurre a cientos de familias, a cientos de personas. Lo cual me lleva a concluir: "es necesario un cambio,...pero un cambio definitivo de conciencia"
Luego de haber pasado por un "evento destino" (llamado así por el médico Ángel García), los falconianos estamos llamados a reflexionar.
pero, no creo que tenga que ver con una reflexión fundamentada en una "guerra de echar culpas", sino más bien de mirar hacia dentro, porque estoy segura que "como es adentro es afuera". Hablo por mi, por el ser humano que soy. Estoy segura que el hecho de haber estado tan cerca del perímetro donde ocurrió la explosión no fue por casualidad, no lo entendía antes. Hasta hace unas pocas horas, cuando escuché de la boca de una amiga, que mi presencia sirvió de apoyo para que mi otra amiga, dueña de la casa donde estábamos, hiciera lo que mejor correspondía en ese momento, pues al parecer estaba en shock. Otra idea supongo, es la gran filiación que siento por la zona. La imperiosa necesidad de aplicar la técnica hawaiana de Ho'oponopono, que en castellano refiere a una hermosa oración: "Lo siento, perdóname, te amo, gracias". Eso es lo que alcance a musitar en repetidas ocasiones, mientras veía los focos de incendio, las colas de autos y las personas, fuera de los vehículos apostados a un lado derecho del camino mirando atónitos llenos de incertidumbre, en las horas que siguieron a la explosión.
He visto incontables ping, tweet y mensajes diciendo cualquier cantidad de cosas y la verdad lo mejor que pude hacer fue callar, solo hacerme eco de bendiciones, oraciones y esperanza. Estar atenta para apoyar y bendecir a quienes salieron abruptamente de sus casas, especialmente de mis amistades con quienes esta vida me ha permitido compartir tantas alegrías y algunas tristezas.
No pido que estén de acuerdo conmigo, pero insisto en que es necesario reflexionar. Este tipo de terribles "sacudidas al alma", no solo hacen llorar...mueven a pensar: "¿qué estoy haciendo?", "¿cómo puedo contribuir a elevar mi espíritu, mi conciencia y la de mi comunidad?"
Todos somos responsables del presente, del futuro de Paraguaná, Falcón, Venezuela y el Mundo.
Bendiciones de Luz.
Katty García
elfarol@gmail.com
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